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  • Foto del escritorSantiago Usuga

Pino El Bardo: el rap en lo alto

Perfil escrito para el blog Al Compás de Antioquia, de fundación Compás Urbano (ver aquí)


Preguntar por Sergio Ruiz es casi una causa perdida, pues en Moravia ya todos lo conocen como Pino El Bardo. Es un hombre que desde su juventud conserva la vocación artística que hoy por hoy le permite dedicarse netamente a la música y lo audiovisual, creando y aprendiendo desde su estudio de grabación ubicado en un quinto piso en los límites del barrio, al lado de la calle 77.


Le dicen Pino desde el colegio, ya que a uno de sus hermanos le pusieron Pinocho por su delgadez, apodo que después pasó a él, hasta que se convirtió en su abreviación. Por su parte, El Bardo surgió porque tuvo un grupo musical llamado Los Bardos, haciendo referencia a los poetas de la edad media que iban de pueblo en pueblo recitando historias: “A nosotros nos sonó mucho eso porque es lo que hacemos ahora con el rap. Uno va a otros lugares a contar las historias de donde uno viene”. Por eso mismo, siguió adoptando el nombre cuando ese “combo” terminó.


Hace siete años tiene el cabello largo y hoy le llega casi a la cintura. Se lo dejó crecer por una cuestión de resistencia, de no cumplir con una estética que se impone desde lo laboral. Él sabe que desde su presencia puede hacer parte de algo distinto, por lo mismo, tiene trece tatuajes, expansores y se viste de gorra, con camiseta y pantalón ancho.


Es angelopolitano de nacimiento, pero ha vivido en Medellín desde el 95, cuando tenía 10 años. Su llegada a la ciudad se dio luego de que su padre vendiera la finca en la que vivían, dado que ya no estaba siendo sostenible y quería aprovechar unos terrenos que había negociado en Moravia, cuando pocas casas había allí. Recuerda que encontrarse con el panorama urbano “fue como llegar a un lugar raro, diferente, complicado; porque en el campo la vida y el trato con los niños eran distintos”.


Cuando escuchó el rap, que es el género musical que lo apasiona, cursaba sexto o séptimo grado, y su primera impresión fue que lo hacía sentirse parte de algo. Mientras todo el mundo escuchaba vallenato y reguetón, que era lo que sonaba en las “farras” de ese entonces, a él el rap lo hacía sentir especial, pues le interesaba conseguir música “rara, que sonara chimba y que dijera algo”. Fue así como en el 99 empezó a escucharlo, coleccionarlo e incluso llegó a hacer break dance, pero cuenta que no le gustó tanto. Más adelante, su entusiasmo por la cultura hip hop lo llevó a convertirse en MC.


Aunque en su barrio ya había grupos de hip hopers, no tenía relación con ellos, dado que fue en Aranjuez donde “se empeliculó” por la música, pues allá mantenía en las fiestas del género. Sin embargo, con la llegada del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia en el 2008, el barrio se llenó de proyectos, por lo que se conoció con dichos grupos y empezaron a trabajar juntos en un laboratorio audiovisual.


Al estar tan inmerso en este mundo, decidió estudiar artes visuales en el 2012 y, poco a poco, surgió en él la visión de tener “su propio parche”. Fue así como a punta de aprendizaje, visitas al Centro Cultural y tutoriales apareció la idea de lo que sería La Casa del Bardo. En ese entonces, su padre quería construir habitaciones en el quinto piso de lo que es su propiedad, pero los vecinos se negaron a que siguiera construyendo, así que en medio de una conversación le dijo a Pino que hiciera algo cultural allí, dado que notaba su desempeño en ese sector.


En diciembre de 2020, su primo cimentó los primeros muros de La Casa del Bardo, una terraza llena de color, rayones y mucho sonido, que actualmente tiene sala de estar, de grabación y de ensayo gracias al empuje de Pino. Los talleres creativos de rap, que se dictan allí, iniciaron en el 2021 de la mano de Puentes, un proyecto en el que se alían Compás Urbano y Grupo Argos en pro del fortalecimiento de las organizaciones culturales comunitarias.


“Lo ven a uno como un loco, pero estamos haciendo algo contracultural ante lo tradicional”, manifiesta mientras pone música producida en su estudio de fondo. Sin duda, su trabajo, sumado al de muchos otros, ha contribuido a que el rap, un género durante tanto tiempo estigmatizado, hoy suene tan fuerte en Medellín. La historia de Pino es de pasión, arte, disciplina, resistencia y orgullo.


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